El 35% de los ictus ocurren en edad laboral

Publicado el: 27/10/2017
Día Mundial del Ictus. El 35% de los ictus ocurren en edad laboral
Fotografía de Asier_relampagoestudio - Freepik.com

El 29 de octubre se celebra el Día Mundial del ICTUS, una iniciativa impulsada por la Organización Mundial del Ictus (WSO) con el objetivo de informar y concienciar a la población sobre la importancia de mejorar la prevención frente a esta enfermedad.

El ICTUS es un accidente cerebrovascular que altera la llegada de sangre al cerebro, provocando así un daño neuronal que puede generar importantes secuelas físicas y cognitivas en la persona afectada. La WSO alerta que el ICTUS “es una de las principales causas de muerte tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo y una de las principales causas de discapacidad. Cada año más de 17 millones de personas sufren un ictus y 6 millones de vidas se pierden por causa de esta enfermedad. Con independencia de la edad y el sexo, cada segundo alguien sufre un ictus”. De acuerdo con los datos del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares (GEECV) de la Sociedad Española de Neurología (SEN), en España el ICTUS afecta cada año alrededor de 120.000 personas, siendo la primera causa de muerte en mujeres, la segunda en hombres y la principal causa de discapacidad en adultos. De hecho, la tasa de mortalidad de los afectados por la enfermedad es del 30% -cerca de 36.000 personas-, y un 40% adquiere una discapacidad grave.

En este contexto, el doctor Jaime Gállego Culleré, coordinador del GEECV, afirma que “el ICTUS es una tragedia y una carga social, sanitaria y económica. Por un lado, supone un porcentaje importante de las muertes en los países industrializados y por otro, es el responsable de una gran carga de discapacidad en la comunidad”. Sin embargo, diversos estudios demuestran que hasta un 80% de los ICTUS son prevenibles, por lo que es fundamental trabajar en el aumento de visibilidad y concienciación de la enfermedad  para que todo el mundo pueda identificar y distinguir los síntomas - más de un 60% de la población no es capaz de hacerlo- y actuar de la forma más eficiente posible, pues el tiempo es clave: durante las primeras cuatro horas después de un ICTUS se puede actuar para reducir o eliminar los daños causados, pero posteriormente las posibilidades de recuperación disminuyen de manera drástica.


El papel de las empresas en esta misión es fundamental teniendo en cuenta que el 35% de los ICTUS se da en edad laboral y un 18% en personas menores de 40 años. Hasta hace alrededor de 2 décadas, esta enfermedad se manifestaba en su mayoría en personas mayores de 60 años, pero actualmente cada vez son más los jóvenes afectados. Según Carlos Bezos, Director del Instituto para la Experiencia del Paciente, este incremento “no es casual y viene acompañado de la precarización de los contratos laborales, la mayor presión sobre los trabajadores, la incertidumbre laboral y el modelo de éxito basado en el presencialismo. En este sentido el ICTUS puede considerarse como enfermedad laboral (…)”. Por esta razón es básico que las empresas, más allá de promover unos hábitos saludables a nivel teórico, permitan conciliar la vida laboral con la salud; no tiene sentido fomentar el ejercicio diario, por ejemplo, si los empleados tienen que cumplir con jornadas laborales de más de 10 horas.

Aunque en muchas ocasiones el ICTUS afecta a personas con buena salud, existe un conjunto de factores de riesgo que cabe tener en cuenta para intentar prevenir la enfermedad. Tal y como informa la Asociación Freno al ICTUS, los más relevantes son la hipertensión, el colesterol elevado, la vida sedentaria, la inactividad física, la obesidad, el tabaco y el alcohol y la diabetes. Así, algunas de las medidas que se pueden tomar para prevenir la enfermedad son la disminución del consumo de sal y grasas junto con una dieta variada y sana, hace ejercicio moderado, dejar el tabaco y reducir el consumo de alcohol y controlar los niveles de peso, de tensión, de azúcar y de colesterol.

Si bien es cierto que el ICTUS es una enfermedad que todavía necesita recibir mucha más atención en el panorama público, resulta alentador destacar que la mortalidad ha descendido progresivamente en los últimos 20 años y que se han alcanzado considerables avances en el tratamiento de los supervivientes, los cuales han posibilitado un aumento en el número de pacientes recuperados capaces de gozar de una actividad social y familiar plenas.