La situación excepcional ocasionada por la crisis de la COVID-19 puede generar, con mayor o menor frecuencia e intensidad, reacciones emocionales que vivenciamos como desagradables (confusión, miedo, angustia, tristeza). Todas ellas son una respuesta normal y adaptativa de nuestro organismo: su función es ayudarnos a afrontar con éxito la nueva realidad, comprenderla y aceptarla, tal y como se ha presentado. Por esto resulta clave gestionarlas y convertirlas en una serie de pautas que nos permitan, poco a poco y sin “manual de instrucciones”, adaptarnos a las nuevas condiciones de la situación y a su evolución.
Con este objetivo hemos preparado y organizado por contenido específico unas indicaciones que esperamos te ayudarán a ir implantando gradualmente esas pautas tan importantes.
Revísalas y adáptalas a tus necesidades o circunstancias, sin exigirte más allá de lo posible.
En una situación de amenaza y de aislamiento, sentir desconcierto, miedo, tristeza e incluso rabia es normal. Es una respuesta natural de defensa que activa nuestro organismo que nos ayuda a respetar las medidas de protección y a ser precavidos. Todas estas emociones, normales, pueden ser ineficaces cuando se viven de manera muy intensa o recurrente y no ayudan a afrontar la situación, pues nuestro cuerpo se desordena y genera un malestar emocional que no es adaptativo.
En situaciones de crisis o emergencia el cambio que se produce, más o menos importante, altera nuestros hábitos y rutinas. Esto genera desorientación en nuestro cerebro, a la vez que necesidad de recuperar la estabilidad y rutina lo antes posible.
Podemos ayudarle organizando pequeñas actividades diarias en espera de recuperar la normalidad. Esto le permitirá aferrarse a lo conocido, seguro y predecible de nuevo.
Si enfocamos la situación con flexibilidad y teniendo presente que estamos adaptándonos, sin exigir ni exigirnos en exceso (incluso utilizando a veces el sentido del humor), podremos pasar de una reacción de defensa a un estado de cooperación que fortalece el autocontrol.
Para ello tenemos que generar buenas rutinas de autocuidado y cuidar nuestras relaciones sociales ya que son nuestras propias fortalezas.
En situaciones de emergencia necesitamos aferrarnos a lo conocido, seguro y predecible; cuando existe un cambio brusco en nuestros hábitos, el cerebro se desorienta, necesita estabilidad y volver a su rutina. Podemos ayudarle organizando pequeñas actividades diarias en espera de recuperar la normalidad.
Para estos momentos las prioridades fundamentales se centran en aquellas rutinas que ayudan a preservar la salud psicofísica: garantizar una conducta alimentaria ordenada y saludable, generar actividad durante el día, descansar para recuperarnos del esfuerzo físico-emocional a través del sueño, y canalizar la energía o tensión a través de actividad física, manual o de distracción.
Es importante que realicemos rutinas que nos pueden ayudar en esta situación: rutinas básicas, de actividad, de información, de trabajo a distancia, sociales, de convivencia y autocuidado.