¿Qué puedo hacer para evitar el cáncer de mama?

Publicado el: 03/10/2018

El código de la Comisión Europea contra el cáncer deja absolutamente claro que la dieta es, junto con el tabaco y la exposición a sustancias carcinógenas, uno de los factores más importantes relacionados con el cáncer.

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Factores de riesgo modificables (factores asociados a los estilos de vida) 

Durante los últimos años se han hecho numerosos estudios sobre la relación entre alimentación y cáncer, y, aunque los resultados en ocasiones son contradictorios, sí se ha establecido una relación directa entre la aparición de algunos tumores y los hábitos alimentarios. De hecho, ciertas pautas dietéticas pueden ser más determinantes en la aparición de algunos tipos de cáncer que la herencia genética. En consecuencia, muchos cánceres se pueden evitar si se adopta un estilo de vida saludable.

En condiciones normales el sistema inmunitario detecta y destruye las células malignas (también conocidas como cancerígenas o cancerosas) con rasgos típicos de comportamiento y crecimiento descontrolado. Este sistema necesita, para funcionar de manera óptima, determinados nutrientes (fundamentalmente vitaminas y minerales) que aporten una alimentación equilibrada. La desnutrición, esto es, la falta no solo cuantitativa, sino también cualitativa en la dieta habitual, repercute negativamente en el sistema inmunitario, ya que disminuye su eficacia preventiva en el desarrollo de tumores.

Por otra parte, el cáncer afecta directamente el estado nutricional, ya que altera el metabolismo del cuerpo y provoca una pérdida de apetito. En lo que respecta al metabolismo, se incrementa la demanda de energía (es decir, se necesitan más calorías) y se producen cambios individuales en la capacidad del cuerpo para descomponer los carbohidratos, las proteínas y las grasas. Todo esto provoca la pérdida de músculo y de grasa. La pérdida del apetito asociada con el cáncer probablemente es el resultado de cambios físicos, pero también puede deberse a una respuesta psicológica a la enfermedad.

Por todo eso es necesario hacer una buena prevención, siguiendo unos hábitos de alimentación correctos, es decir, adoptando una alimentación saludable. También durante y después del tratamiento (ya sea cirugía, radioterapia o quimioterapia) es muy importante mantener el mejor estado nutricional posible, ya que todos estos tratamientos, en menor o mayor grado, dan lugar a una serie de alteraciones digestivas, como pueden ser: pérdida de apetito, náuseas, vómitos, gases, diarreas, estreñimiento, sequedad de boca y alteraciones del gusto y el olfato.

Alimentación y cáncer: prevención

  • Dieta: Algunos estudios afirman que las dietas ricas en grasas o pobres en fibra o vitaminas A o E pueden favorecer el riesgo de cáncer.

  • Obesidad: El exceso de peso aumenta el riesgo de cáncer de mama, especialmente en mujeres que ya han pasado la menopausia. 

  • Consumo de alcohol: El consumo de alcohol incrementa el riesgo de cáncer de mama.

  • Ejercicio: Diferentes estudios han demostrado que las mujeres que hacen ejercicio regularmente tienen menos riesgo de desarrollar un cáncer (entre un 30 % y un 40 % menos que las mujeres sedentarias) y, por lo que parece, el estrógeno tiene un papel importante en este aspecto. Las mujeres con altos niveles de estrógeno en la sangre tienen más riesgo de tener un cáncer de mama. El ejercicio disminuye los niveles de estrógeno en la sangre y así contribuye a disminuir el riesgo de cáncer de mama en una mujer. Además, después de la menopausia esta hormona la producen células grasas. Las mujeres que hacen más ejercicio tienen menos grasa y por lo tanto producen menos estrógenos. Prevenir el cáncer de mama a través del ejercicio es una de las mejores prácticas que una mujer puede adoptar para cuidar su salud.

  • Embarazo y lactancia: 
    - Embarazo: el primer embarazo después de los 30 años también aumenta el riesgo. 
    - Mujeres que nunca han tenido hijos. 
    - La terapia hormonal substitutiva: esta terapia se utiliza para mejorar los síntomas de la menopausia y, aunque los estudios no son concluyentes, parece que a largo plazo podría aumentar el riesgo de cáncer de mama.